viernes, 6 de marzo de 2009

Mercerismo

En el post-apocaliptico mundo de "¿Sueñan los androides con ovejas elécricas?" las emociones llegan a tener un origen artificial. El psicólogo te receta emociones según su diagnóstico. Luego llegas a casita, te conectas a tu generador de ánimos Penfield, "discas" el ánimo correspondiente a la recomendación facultativa (por ejemplo el 481: conciencia de las múltiples posibilidades que el futuro me ofrece) y listo. Lo que viene siendo una terapia emocional forzada.

Y en Penfield no solo se rompen su cabecita con estas cosas, hay mas. Surge el Mercerismo, y no, no es la tercera via al binomio Capitalismo-Comunismo. Gracias al generador de ánimos puedes sentir que eres Mercer, un extraño individuo cuya meta es alcanzar la cima de una montaña mientras le llueven todo tipo de penurias (cuando digo penurias quiero decir piedras). Conectar emocionalmente con Mercer mientras lucha su ascenso, es algo que tiene muchos seguidores. Pero no es masoquismo. Tras tremendas torturas Mercer alcanza su objetivo y sus anímicos seguidores se empapan de ese sentimiento de conseguir algo con mucho esfuerzo. Ese sentimiento es de lo mejorcito que hay, y lo repiten periodicamente. Mercer no existe, pero muchos ven en esta práctica algo religioso, le adoran y veneran.

De vuelta a lo que ya no es la calenturienta materia gris de Phillip K. Dick, vemos la razón que tiene. Ningún sentimiento es más satisfactorio que alcanzar una meta con mucho esfuerzo y que, por tanto, este sea recompensado. LLegar a ese momento en el que crees que no lo vas a conseguir y todos te dicen que es imposible, y tú, dale que dale y al final lo consigues.

El fin de semana pasado fué el Atletico de Madrid-Barcelona. Cuando iba en el coche estaban 2-2 y al llegar a casa el Ateti perdía 2-3 a falta de 10 minutos. Chungo pescao. Y tras una partida de Risk y un poco de ISS Pro, Vicente me dice: "Mira a ver como ha quedao el Barça, a ver si ha empatado el Atleti". Yo le respondo: "¿Te imaginas que ha metido 2 y ha ganado?". Cuando vi el resultado, me embriagó un sentimiento de hermadad con Vicente y nos abrazamos al grito de "A cuatro puntos, tio, a cuatro puntos".

Hay gente a la que no le gusta el Fútbol. Hay gente a la que le gusta por como juegan los equipos, los fichajes, las tácticas. Pero para mí, el fútbol es mi pequeño generador de animos Penfield.

1 comentario:

  1. Como tengo la mala costumbre de leer varios libros a la vez...

    me tope a la par este mismo tema en el ligero "After Dark" de Haruki Murakami,
    y el lo llama "Curiosidad intelectual"...

    dejo aqui el angulo desde donde el buen Murakami lo visualiza:


    -Una vez leí la historia de tres hermanos a los que una corriente de agua arrastró hasta una isla de Hawai.

    Es un mito. Uno muy antiguo. Lo leí cuando era pequeño y no me acuerdo de todos los detalles, pero la cosa iba así.

    Tres hermanos salieron a pescar, zozobraron por culpa de una tormenta y flotaron mucho tiempo a la deriva hasta que fueron arrojados por las olas a la playa de una isla deshabitada. Era una isla muy hermosa, con muchas palmeras, con árboles cargados de frutos y una montaña altísima irguiéndose en el centro de la isla. Aquella noche, un dios se apareció en sueños a los tres hermanos y les dijo: «En la playa, un poco más allá, encontraréis tres grandes rocas redondas. Empujadlas hasta donde queráis. Y allí donde os detengáis será donde viviréis. Cuanto más arriba subáis, tanto más lejos alcanzaréis a ver el mundo. Decidid vosotros hasta dónde queréis llegar».

    Tal como les ha dicho el dios, los tres hermanos encuentran tres grandes rocas en la playa. Y tal como les ha dicho el dios que hagan, empiezan a empujarlas. Las rocas son muy grandes y pesadas, cuesta mucho moverlas y, además, hacerlas rodar pendiente arriba es terriblemente duro. El hermano menor es el primero en dejar oír su voz. «Hermanos», dice, «a mí ya me parece bien este lugar. Está cerca de la orilla y aquí podré pescar. Tendré suficiente para vivir. No me importa que mis ojos no alcancen a ver el mundo en toda su magnitud.» Los otros dos hermanos siguieron avanzando. Pero, al llegar a media montaña, el segundo hermano dejó oír su voz. «Hermano, a mí ya me parece bien este lugar. Aquí hay fruta en abundancia y tendré suficiente para vivir. No me importa que mis ojos no alcancen a ver el mundo en toda su magnitud.» El hermano mayor siguió avanzando por la cuesta. El camino era cada vez más estrecho y escarpado, pero él no flaqueó. Tenía un carácter muy perseverante y deseaba ver el mundo en toda su magnitud. Así que siguió empujando la roca hasta la extenuación. Tardó meses, casi sin comer ni beber, en arrastrar la roca hasta la cima de la montaña. Una vez allí se detuvo y contempló el mundo. Alcanzaba a ver más lejos que nadie. Allí era donde viviría en lo sucesivo. En aquel lugar no crecía la hierba, ni tampoco volaban los pájaros. Para beber, sólo podía lamer el hielo y la escarcha. Para comer, sólo podía mordisquear el musgo. Pero él no se arrepintió. Porque podía contemplar el mundo entero... Y por eso, todavía ahora, hay una enorme roca redonda en la cima de la montaña de aquella isla de Hawai. Ésa era la historia.

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