¿Quién no recuerda la primera vez que vió
"Alicia en el país de las maravillas"? Quizás por que nuestros años se podían contar con los dedos de las manos no nos dimos cuenta de que fué todo un viaje psicotrópico.
Gusanos que fuman, setas que hacen crecer y encojer, una Reina de Corazones literal, el esquivo Conejo Blanco y el misterioso Gato de Cheshire. Pero no solo había fantasía visual, sino también fantasía mental. Retorcidos caminos de la razón que desafiaban toda lógica. Pongamos como ejemplo la celebración del
"no-cumpleaños", repetida una y otra vez por el
Sombrerero Loco y la
Liebre de Marzo, y que las entendederas de
Alicia no eran capaces de asimilar.
Hoy en día ocurre lo mismo con cierta clase de
"periodismo" (este entrecomillado no es solo deliberado, sino obligado). Todos sabeís de que estoy hablando. Encended vuestea tele a cualquier hora, o daros un garbeo por las páginas de la
prensa de peluquería, y ahí lo tenéis. Es el el
"No-Periodismo" que se celebra todos los días. Sin excepción.
Un tío con una cámara y una becaria (que no tiene culpa la pobre) con un micro van detrás del
"famoso-de-turno" haciéndole una sarta de preguntas que no obtienen contestación. Yo soy la becaria y pienso:
"mierda, no tenemos nada, me van a echar". Pero no, resulta que el programa lo emite. Y se acaba autojustificando con el argumento de que el hecho de que el famoso-de-turno no diga nada, es noticia. Algo oculta y, por
"lógica periodistica", todas las preguntas que no ha respondido ahora adoptan una respuesta afirmativa. Ya pueden correr ríos de tinta y sucederse interminables dicusiones sobre el tema.
Y esto es solo un ejemplo.
¿Que ha sido de la información contrastada? Eso son esquisiteces. Un: "alguien me ha comentado que..." es suficiente.
¿Y pruebas de los hechos? No hacen falta cuando sabes que en el plató nadie grita tan alto como tú.
¿Opiniones de especialistas? ¿Para qué? Que salga Belen Esteban y el Conde Lequio hablando sobre la aviónica del JK5022 de Spanair.
Sé que la carrera laboral del periodista de verdad es muy dura y sacrificada además de poco reconocida y retribuida. Hacer periodismo serio es ser un
Jedi, condenado a una ascética existencia, y con el
reverso tenebroso de la fuerza siempre acechante reencarnado en prensa rosa. El
lado oscuro es como describe
Yoda: "más fácil, más rápido, más tentador.
Pero corrompe el espíritu". Muchos se han pasado al
lado oscuro (
Javier Sardá), otros ya nacieron en él (
Patiño & co.), y los demás son ese
"ejército de clones" fabricados en
Gran Hermano y Operación Triunfo.
A veces me pregunto, como
Alicia, si en todo este maremagnum se ha perdido la cordura y el raciocinio, como si estuviéramos inmersos en la novela de
Lewis Carroll. Pero cuando pienso en gente como
Luis del Olmo, Matías Prats (padre) e Iñaki Gabilondo y los comparo con la fauna insecta que se cría en programas como
"Donde estás corazón" o
"El programa de Ana Rosa" veo la abismal diferencia que media entre
Kant y el
Sombrerero Loco.